Parques y jardines
Parque de Aiete
Noble y majestuoso. Así es el Parque de Aiete. Situado en una de las colinas que rodean a la ciudad, destaca por sus impresionantes jardines y, por supuesto, por su palacio.
Como en las historias que nos contaban de pequeños, las tierras en las que reyes y reinas convivían con hombres y mujeres de campo, Donostia surgió y creció hasta llegar a lo que conocemos hoy en día. Una ciudad rica y variada en todos los sentidos. Así se ha mantenido, guardando y escondiendo secretos y rincones mágicos, lagos y senderos que te hacen sentir en medio de la naturaleza estando en pleno corazón de la ciudad.
Con la visita guiada organizada a través de los parques y palacios de la ciudad, surge la oportunidad de conocer toda la historia ligada a dos de los edificios emblemáticos de Donostia, mientras se disfruta de una auténtica ruta de senderismo urbano. Sin necesidad de coger el coche, solo las zapatillas y ropa cómoda, uno pasa de estar en pleno centro a perderse en un remanso de paz, plagado de árboles y flores.
Con la visita guiada organizada a través de los parques y palacios de la ciudad, surge la oportunidad de conocer toda la historia ligada a dos de los edificios emblemáticos de Donostia, mientras se disfruta de una auténtica ruta de senderismo urbano. Sin necesidad de coger el coche, solo las zapatillas y ropa cómoda, uno pasa de estar en pleno centro a perderse en un remanso de paz, plagado de árboles y flores.
Aiete – Miramón, dos barrios altos ideales para pasear tranquilamente
Los barrios de Aiete y Miramón se sitúan en las colinas que rodean a la Bahia de la Concha. Son dos barrios alejados del bullicio del centro que no te dejarán indiferente. Podrás visitar edificios emblemáticos de la ciudad como el Palacio de Aiete o el Basque Culinary Center, jugar con experimentos científicos en el Museo de la Ciencia, relajarte en los 2 jardines y parques más grandes de la ciudad.
Nosotros arrancamos desde Amara, ya que, aunque algo desconocida, en el barrio de Morlans se esconde una puerta de acceso al parque de Aiete, que se abre paso entre las casas de una forma discreta, pero con mucho encanto.
¡Pero ojo! Hay que pararse a mirar a los lados antes de entrar. Al comienzo del barrio y entre las nuevas construcciones, uno se puede encontrar con recuerdos de la vida que albergó aquel terreno. Como un enorme depósito, perteneciente a la antigua fábrica de gas. Además, ¿sabíais que esta zona era una vaguada por la que bajaba el agua a la ciudad?
Esta es una de las curiosidades que nuestra guía Amaia nos fue descubriendo a lo largo de nuestra aventura. Una aventura en la que a lo largo de dos horas y media, nos fue trasladando desde la sociedad y espacio actual hasta la Donostia de caseríos y palacios.
¡Pero ojo! Hay que pararse a mirar a los lados antes de entrar. Al comienzo del barrio y entre las nuevas construcciones, uno se puede encontrar con recuerdos de la vida que albergó aquel terreno. Como un enorme depósito, perteneciente a la antigua fábrica de gas. Además, ¿sabíais que esta zona era una vaguada por la que bajaba el agua a la ciudad?
Esta es una de las curiosidades que nuestra guía Amaia nos fue descubriendo a lo largo de nuestra aventura. Una aventura en la que a lo largo de dos horas y media, nos fue trasladando desde la sociedad y espacio actual hasta la Donostia de caseríos y palacios.
Allí nos topamos con recuerdos de antiguas casas, en las que hombres y mujeres cultivaban la tierra para después vender sus frutos o cuidaban de sus animales, pero también servían a la aristocracia que se hospedaba en los palacios, creando esa conexión entre dos mundos aparentemente tan diferentes.
Es atravesar el umbral de la verja, y levantar el pie del asfalto y uno se encuentra con un camino que, sin ser de baldosas amarillas, te transporta a un ‘txokito’ de cuento.
A medida que se va subiendo se puede disfrutar de la sombra que ofrecen los enormes árboles que parecen cuidar del parque.
Los más de 20 años de experiencia de nuestra guía nos ayudaron a conocer más sobre ellos, desde su procedencia hasta la forma de diferenciarlos por sus hojas.
Es atravesar el umbral de la verja, y levantar el pie del asfalto y uno se encuentra con un camino que, sin ser de baldosas amarillas, te transporta a un ‘txokito’ de cuento.
A medida que se va subiendo se puede disfrutar de la sombra que ofrecen los enormes árboles que parecen cuidar del parque.
Los más de 20 años de experiencia de nuestra guía nos ayudaron a conocer más sobre ellos, desde su procedencia hasta la forma de diferenciarlos por sus hojas.

Y es que en el parque de Aiete podemos encontrar desde árboles autóctonos hasta otros traídos de todas partes del mundo. Ejemplares centenarios de arces, hayas, robles, magnolios, ginkgo bilobas… conviven con varias secuoyas. De hecho, una de las secuoyas que nos encontramos en el parque, está catalogada como el árbol más alto y grueso de Donostia.
¿Habéis abrazado un árbol alguna vez?
Nosotros no pudimos resistirnos a hacerlo. Para los que no lo hayan hecho nunca, se dice que cuando abrazas el tronco de un árbol puedes coger toda la buena energía que alberga, tendréis que probarlo para comprobarlo.
Y tras disfrutar de la naturaleza con la vista, el olfato y el tacto, dejamos descansar esos sentidos para agudizar el oído y sumergirnos en la historia del Palacio de Aiete.
Frente a nosotros, apareció de entre las hojas una gran palacio blanco, residencia durante algunos veranos de la reina María Cristina, y lugar en el que se alojaron personajes históricos como Isabel II, Alfonso XII, Alfonso XIII o la monarca británica Alejandra Victoria.
Frente a nosotros, apareció de entre las hojas una gran palacio blanco, residencia durante algunos veranos de la reina María Cristina, y lugar en el que se alojaron personajes históricos como Isabel II, Alfonso XII, Alfonso XIII o la monarca británica Alejandra Victoria.
Si los muros de este palacio neoclásico de estilo francés hablaran, contarían historias y batallas de nombres ilustres de la aristocracia y la política, nombres que hoy podemos encontrar en la columna que se encuentra frente a su puerta principal.
A escasos metros del palacio, se ubica la parroquia de Aiete,donde la reina María Cristina acudía a misa con asiduidad. Otra de las curiosidades que descubrimos sobre ella, es su pasión por el euskera. Se dice que gracias a la relación que mantenía con el ‘apaiza’ (párroco) de la parroquia de Aiete, a cuyos oficios asistía, se inició en el euskera, hasta toparse con el Nor Nori Nork, lo que le hizo desistir en su intento y pronunciar una frase que pasaría a la historia… ¿La conocéis?
A escasos metros del palacio, se ubica la parroquia de Aiete,donde la reina María Cristina acudía a misa con asiduidad. Otra de las curiosidades que descubrimos sobre ella, es su pasión por el euskera. Se dice que gracias a la relación que mantenía con el ‘apaiza’ (párroco) de la parroquia de Aiete, a cuyos oficios asistía, se inició en el euskera, hasta toparse con el Nor Nori Nork, lo que le hizo desistir en su intento y pronunciar una frase que pasaría a la historia… ¿La conocéis?

La reina no solo se interesó por la lengua vasca, sino también por su cultura. Tanto es así, que disfrutaba recibiendo a sus invitados con ‘aurreskus’, como lo hizo con la mismísima reina Victoria de Inglaterra, a quien la estética «txapelgorri» de los mikeletes le impresionó especialmente.
El dictador Francisco Franco también veraneó durante varios años en el Palacio de Aiete, edificio que hoy en día se ha reconvertido en Casa de la Paz y los Derechos Humanos, y en el que se celebró la Conferencia Internacional de la Paz para la resolución del conflicto vasco.
El dictador Francisco Franco también veraneó durante varios años en el Palacio de Aiete, edificio que hoy en día se ha reconvertido en Casa de la Paz y los Derechos Humanos, y en el que se celebró la Conferencia Internacional de la Paz para la resolución del conflicto vasco.
Enfilando ya la salida de este parque conocimos parte de la historia actual del mismo, las múltiples referencias a los derechos humanos en diversos idiomas, escritas frente a la actual biblioteca, y el árbol castaño de Anna Frank.
